Silo en Chile |
El retorno del gurú |
A 70 kilómetros al norte de Santiago, en un terreno de 1,3 hectáreas, el argentino... |
"Se me olvidó la vida por ser alguien"
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La joda de Jodorowsky Cómo no encantarse cuando dice que los hombres deben dejar que las mujeres entren en sus vidas y no al revés, que defienda la igualdad de los salarios, que diga que el ano es lo más creativo que hay, que hable de la vagina con una gracia que haría masturbar a la más opus de las opus y que, por lo demás, obligue a las chicas a ejercitarla todos los días.
Carmen Sepúlveda |
La Nación |
¡Qué cantidad de seguidores tiene Alejandro Jodorowsky! Es impresionante, miles compran sus libros, siguen su teoría de la sicomagia, hacen filas eternas por conseguir su firma y cuando lo tienen cerca lo miran con cara de extasiados, como de no poder más de tanta genialidad. Esta semana quedó demostrado el fanatismo, muchos pagaron los 120 mil pesos que costaba escucharlo; digo bien, escucharlo, porque ni siquiera regalaban un ejemplar de su último libro. Yo me pregunto si esta cantidad de gente que destina horas a leerlo, y que por lo demás comprende muy bien el sentido de su filosofía, aplicarán en sus vidas los principios que él enseña. Uno no los ve muy felices ni creativos. O puede pasar lo contrario también, algo debe suceder en los espíritus y estructuras mentales de estas personas que necesitan sólo alimentarse de él, pero seguir estando mal para justificar aquel fanatismo. Qué sé yo lo que pasa.
A mí, el tipo me encantó como producto, es chistoso y hasta guapo, diría yo. Cómo no encantarse cuando dice que los hombres deben dejar que las mujeres entren en sus vidas y no al revés, que defienda la igualdad de los salarios, que diga que el ano es lo más creativo que hay, que hable de la vagina con una gracia que haría masturbar a la más opus de las opus y que, por lo demás, obligue a las chicas a ejercitarla todos los días. Es divertido eso. Recuerdo que la primera vez que escuché hablar de él fue en México. Una artesana muy cool me dijo que disfrutara demasiado la década de los 30 porque no había algo más patético que cumplir 40 y empezar a leer a Jodorowsky. Cuando escuché este apellido pensé que me hablaban de un ruso, pero no, este genio loco era chileno y de Tocopilla. Topísimo él.
La catarsis con Jodo pasó en el Hotel Crown Plaza, en el seminario “El poder de la creatividad”. Los organizadores llamaron a los pequeños “jodorowskitos” para justificar el encuentro. En el mismo saco pusieron a Fernando Vigorena, Anita Holuigue, Raúl Menjíbar, Jaime de Aguirre, Carlos Cardoen y a Coco Legrand. ¡Nooo, si la magia puede hacernos creer cualquier cosa! Lo triste es que Jodorowsky pensaba que estaba frente a un auditorio de empresarios y dio por hecho que todos eran de derecha. Pero no vi a ninguno de los dueños de Chile. Salvo al más creativo de la empresa: Felipe Lamarca. Estaba en primera fila apoyando a su mujer, que era la única fémina panelista y, obvio, ¡qué más creativo que este hombre que habló de la teta y esas cosas! Justificada su presencia. Escuchaba a Jodorowsky con una actitud que daba susto, como asimilándolo todo. Le comento: “Qué raro que aquí no haya ningún político relevante”, y él me responde: “Esa es una buena observación, quizás no deben ser creativos”. Me cuenta que existe un mundo muy privado, que los invitan gratis a todas, pero que quizás a este seminario no los invitaron no más. Pero eso no es verdad: a la Presidenta la invitaron, pero se excusó. Moría por ver a Michelle pasándolo increíble escuchando la teoría del anonismo, porque francamente y creyéndome el cuento de Jodo, ella debe compartir con muchos que sufren de estitiquez emocional, de esos que se aguantan las ganas de dejarse llevar, pero no hacen absolutamente nada y se quedan ahí mirando al suroeste. ¡Qué atroz!
Los panelistas trataron de definir qué es la creatividad. Lo triste es que Carlos Cardoen en su vida ha leído una línea de los libros del genio. Y De Aguirre, el provocador, se excusa diciendo que está muerto de nervio y que no entiende por qué está ahí, actúa con esa timidez de los hombres feos e inseguros. ¿Se han fijado cómo se comportan estos seres frente a una mujer bonita? Cómo que se chupan enteros. Así veo a De Aguirre. Él explica que toda su vida ha sido empleado y que en su caso la creatividad es simplemente la lucha por la vida, que la soberbia es la decadencia y se debe ser humilde. Y el Coco, otro creativo, se la juega por defender el principio de imaginar, crear ideas que pueden servir o no, pero tenerlas, innovar y emprender. Emprender, odio esa palabra. Si en Chile no se emprende, sólo se hereda o, de frentón, se roba. ¡Qué es eso, me carga esa palabra! Pero el Coco, como siempre, saca carcajadas. Es otro que sufre una catarsis en el escenario, como Alejandro Jodorowsky, guardando las proporciones claro. Jodo construye monólogos, maneja los tiempos, se mueve con vitalidad. Al final, un hombre le pregunta por los miedos y él le responde: “Cuando uno le tiene miedo a algo se debe entregar a ello y hacerle frente. Todos tenemos un niño, un adolescente y un hombre maduro en nosotros; la creatividad es conectarse con el anciano milenario, y la felicidad es eso: no tener miedo y hacer lo que a uno le gusta”. Si estas palabras son una joda o no, me pasa que las escucho igual; la sicomagia, definitivamente, es divina.
Lama Gendum Yarphal, listo para recibir a su maestro
Esta semana, el Dalai Lama llega a nuestro país y su embajador, el venerable lama Gendum Yarphal, ha preparado el itinerario a S.S., que suma encuentros con los seguidores de la filosofía budista, actos religiosos por la paz, charlas con académicos y el seminario científico “La exploración de la mente en la ciencia del budismo”. Aquí, un vistazo de lo que es vivir en meditación permanente.
La Nación |
Por Carmen Sepúlveda Fotos: Gastón Flores Gendum Yarphal llegó a Santiago el año ’98 enviado por su maestro, el Dalai, luego de cumplir con una meditación que duró 12 años. Una vez que aterriza, instala el Centro Budista Tibetano Choe Khor Ling en las Torres de Tajamar, a sólo pasos del club nocturno Passapoga. Los caminos de la vida son tan diversos. En la capital, sólo metros distancian a quienes satisfacen los placeres carnales de los espirituales, pero la felicidad es de todos y se puede llegar utilizando diferentes filosofías; la del lama Gendum Yarphal es meditar por la paz, la compasión y el desarrollo del amor sin esperar retribución a cambio. De placeres, nada. Nos recibe un miércoles en la mañana con una actitud que obligaría al más déspota a bajar la mirada. Sonríe amable, intercambia apretones de manos. Habla bajito. “Es que hablo como Tarzán”, se disculpa por su español lento. Nos aconseja descalzarnos para ingresar a un salón donde un altar concentra pequeñas figuras, flores e incienso. Sentados en el suelo, y él acomodando su túnica a cada momento, me explica que Gendum significa “ser noble”. –Para las personas que nunca han leído o escuchado al Dalai, ¿cómo explica el norte del budismo? –Es importante pensar y analizar qué es la paz, de dónde viene la paz. Alguien puede responder “tengo dinero, buena casa y muchas cosas”; pero, ¿eso es la paz? Las cosas materiales no son suficientes, lo importante es tener buen corazón. Para alguna gente es suficiente escuchar a Dios; los católicos, por fe, lo siguen, y hay otros que dicen no estar de acuerdo con él porque sufren mucho. Ese tipo de gente necesita aprender los porqués. Importante es que si usted es católica y quiere mantener su religión busque la razón en otras filosofías. –¿Por qué usted dice que tiene una conexión kármica con Chile? –Uno lo dice en broma. Según el budismo, todos tenemos conexiones kármicas; hay karma positivo y negativo. Yo, cuando chico, no sabía nada de Chile, y si estoy aquí es porque tengo una conexión kármica positiva. –Cuenta su historia que estuvo 12 años en silencio por mandato del Dalai. ¿El silencio fue ininterrumpido? –Sí, fueron 12 años de silencio, pero no fueron ininterrumpidos. Vivía solo y no hablaba con nadie; sólo cuando bajaba de la montaña hablaba para comunicarme y comprar, pero era raro porque por estar tanto tiempo arriba olvidé las palabras. –Luego de ese retiro, el Dalai lo envía a Chile. ¿Tenía alguna noción de dónde se ubicaba este país? –No, antes no, pero cuando estaba en el colegio me enseñaron geografía y me dijeron que había una montaña volcánica acá. –Y usted vino a la montaña. –Sí. –¿Cómo ve a los chilenos? –Creo que son muy amables y cariñosos, están creciendo en las cosas materiales, pero es lo que pasa en el resto del mundo. Cuando camino en la calle me miran, quieren conocerme. Tengo la sensación de que en general son muy buenas personas. –¿Quiénes llegan a este centro budista? –Todos son distintos, algunos buscan la cosa espiritual; otros se acercan porque tienen problemas con su familia, con su trabajo; otros quieren aprender la filosofía budista; otros meditan. Aquí los escuchamos y aprenden a manejar sus emociones. Con el tiempo cambian, se mejoran. AMOR, COMPASIÓN Y DINERO
–El amor es la verdad, pensar para el otro, dar sin esperar recibir. Es como un jardín: no piensas que lo riegas para tener bonitas flores, lo riegas porque es. El amor y el apego no es lo mismo. Amor significa pensar para tu pareja, el apego es decir “a mí me gusta mi pareja”. ¿Y qué pasa si un día con el tiempo se mancha la cara? ¿Dices ya no me gusta? El apego es pensar más en uno mismo que en el otro. –¿Los maestros se casan? –Están los lamas y los monjes; si es monje, tiene votos para no casarse; si es lama, se puede casar y tener hijos. Yo soy lama y monje. –Usted no es casado y nunca va a tener familia. –No. Así no tendré complicaciones. –Pero usted es un hombre de paz. ¿De qué complicaciones me habla? –Me puedo desconcentrar. –¿Y alguna relación sexual? –No. –¿Y el dinero? –No tengo relación con el dinero, vivo de las donaciones, no necesito dinero como un sentimiento; necesito ropa y comida, por salud. –¿Y las comidas? –Soy muy flojo para cocinar, como poco, trato de no comer carne, ajo o cebolla. El ajo es muy fuerte para la energía del cuerpo. –¿Ha sufrido alguna crisis? –No recuerdo. Cuando muy pequeño yo vivía en el Tíbet y los chinos llegaron a invadir; recuerdo que estaba cerca del río caminando, pero es un recuerdo muy cortito. –¿El budismo cómo enfrenta las crisis? –Si usted tiene un problema se debe pensar en la solución; si tiene solución, se soluciona; si no, no tiene sentido. ¿De qué sirve tener problemas sin solución? Se buscan otros caminos. Los sicólogos en el Tíbet no tienen trabajo porque desde pequeños los niños aprenden a manejar su mente y a buscar los caminos para aprender y avanzar. Las parejas en el Tíbet se separan muy poco. –El Dalai Lama está a punto de llegar a nuestro país. ¿A qué viene? –A dar un mensaje de paz. La compasión es pensar por el otro. –¿Cuánto costará escuchar el mensaje de la compasión? –Ciento cincuenta mil pesos. –¡Pero eso es muy caro! –Es caro porque invitamos a 11 personas de afuera, debemos pagar pasajes, hotel, todo. –¿En qué hotel se quedará el Dalai? –En el Marriott. –Pero debería hospedarlo en un departamento... –Es que es una autoridad. –¿Tendrá seguridad? –Sí. –¿Se reunirá con la Presidenta? –No lo sé. –Pero si es una autoridad. –[Risas]. LND |
Las deudas como fuente de sufrimiento
Un estudio inglés demostró que el dinero sí da la felicidad. Y otro estudio chileno reveló que las deudas producen sufrimiento. Atrapados en el consumismo, los trabajadores chilenos padecen sus consecuencias. La más grave y maldita: estar en Dicom.
Nación Domingo |
Por Betzie Jaramillo Más que un pájaro, la felicidad debe ser un pajarillo revoltoso y esquivo de brillante plumaje que es difícil de atrapar. Y, una vez atrapado, siempre intenta huir, y al tratar de retenerlo podemos apretar demasiado y triturarlo en nuestras torpes manos. De 1 a 10, según el World Database of Happiness, los chilenos tenemos 6,7 puntos en felicidad. Estamos por debajo de países como El Salvador (7,2), que todavía se lame las heridas de una guerra civil y tiene la mitad de nuestro ingreso per cápita. Eso sí, tenemos una tasa de suicidio que es la mitad del país con más puntos en felicidad: Dinamarca. Toda una paradoja. Aunque la felicidad es un concepto vago que no es fácil de cuantificar. La mayoría cree que sería más feliz si tuviera más dinero. Puede ser. Lo que sí está claro es que no tenerlo puede producir una gran infelicidad. Un estudio de la Universidad de Warwick, en Inglaterra, investigó a nueve mil familias de todo el país durante la década de los ’90 y llegaron a varias conclusiones. “Existen estrechos vínculos entre los problemas financieros y la felicidad y la salud mental”, señala el director de la experiencia, profesor Andrew Oswald. Eso ya lo intuíamos. Estos académicos concluyeron que el dicho “el dinero no hace la felicidad” es falso, ya que sí influye. Pero le pusieron una cifra. Es a partir de un millón y medio de dólares cuando la visión del mundo cambia y se vuelve más feliz. Menos de esa cantidad sólo procura percepciones temporales de tranquilidad y felicidad. O sea, que a menos que consiga esa enorme cantidad de dinero, como le sucedió al guardia Héctor Ruz, que ganó 2.178 millones de pesos en el Loto, o sea cuatro millones de dólares, habrá que buscar otra solución para ser feliz. LA FELICIDAD CHILENSIS Lo del dinero y la felicidad se corrobora también en Chile. Un estudio de la Fundación Futuro en 2003 dibujó el mapa de la felicidad. Y es cierto. Los más felices viven en Vitacura, Las Condes, Providencia, y los más infelices, en Pudahuel, Renca, Cerro Navia. Las cifras de depresión, esa tristeza sin consuelo, confirman el mapa, porque son los habitantes de la zona poniente quienes más la padecen, por encima del 50%. Y por regiones, Antofagasta, Atacama, Araucanía, Los Lagos y Magallanes dan cifras por encima del 50% de la población que dice sentirse feliz. Y el 70% cree que su felicidad no ha aumentado desde 1997, aunque la mayoría cree que ésta crecerá en el futuro Lo que sí se ha incrementado es la riqueza. Por lo menos en cifras generales, aunque está muy mal repartida y unos tienen mucho y otros casi nada. Según el Índice de Percepción Económica que elaboró Adimark en enero pasado, éste llegó a los 58,5 puntos, el mejor de los últimos ocho años. Pero también el miedo se ha acrecentado. Miedo a perder el trabajo, que, según el estudio del Instituto Libertad y Desarrollo, subió del 32% en 2005 al 49% en el pasado trimestre. Y eso que la tasa de cesantía es la menor en mucho tiempo, el 7,9%, (INE), pero la inestabilidad hace que el temor se dispare. Y junto con las cifras de aumento del consumo (un promedio de 4,7% y un 6,9% en los grupos socioeconómicos D y E), crece el endeudamiento, y cuatro de cada diez trabajadores “sufre”, en distintos grados (que van desde la “preocupación” hasta la “desesperación”), a causa de las deudas, como reveló el estudio de la Universidad Central “Endeudamiento de trabajadores”. Según la Superintendencia de Bancos, los chilenos deben 7,5 meses de sueldo. DEUDAS DOLOROSAS Más cifras. El 84,5% de los encuestados por la U. Central reconoce que está endeudado, un 20% ni siquiera sabe a ciencia cierta cuánto debe y algo menos de la mitad no está seguro de que podrá pagar las cuotas y los préstamos. Y lo sufren en silencio. Un 43% declara que su familia no sabe de sus deudas y la cifra sube casi al 85% de los que admiten que en su trabajo ignoran lo que deben. Los que más sufren por su condición de endeudados son los de 40 años para arriba, que suman el 83% de las personas preocupadas y angustiadas con sus deudas. Los hijos se pueden ver como una bendición del cielo, pero son muy caros. Por eso, quienes son padres son los que más padecen por las deudas (42,2%), en comparación a los que no lo son (23,7%). Y la franja de edad que más angustia experimenta son los de entre 40 y 54 años, que bien puede interpretarse como el grupo que tiene hijos grandes, en los que hay que invertir millones en su educación y que muchas veces, a pesar de tanta inversión, no son autosuficientes ni se independizan –o liberan a su padres– hasta casi los 30 años. DESCENSO AL INFIERNO DICOM Pero los verdaderos dramas se desencadenan cuando se alcanza al sobreendeudamiento, que técnicamente lo define el doctor en Ciencias del Trabajo y director del estudio de la Universidad Central, Ignacio Larraechea, como “la imposibilidad recurrente de pagar deudas”. Esta es la puerta al infierno y los peldaños que nos conducen a él están descritos. Al principio se produce un desbalance entre los gastos y los ingresos. Es decir, gastamos más de lo que ganamos. Entonces, comenzamos a pagar la cuenta del supermercado con tarjeta –y hay que recordar que es el medio de pago habitual para el 50% de los trabajadores–. Y son cinco millones de tarjetas en el país que ofrecen la ilusión de cumplir los deseos “aquí y ahora” para luego cobrarlos como un Fausto cualquiera al que le hubieran empeñado el alma. A continuación, cuando comienzan a llegar las cuentas y sus intereses, pedimos un préstamo al empleador, a descontar del sueldo en cuotas. Entonces, se suman las cuotas de las tarjetas y se descuentan las del sueldo. O sea, más gastos y menos ingresos. Es el momento de pedir un crédito de consumo, que en verdad no es para consumir sino para pagar la cuenta de las tarjetas. Y vamos sumando deudas. En este punto hay que ir a la caja de compensación y pedir un crédito. Este es el fin de las vías oficiales de crédito. “Y no son pocos los que se hacen despedir de sus trabajos para recibir el finiquito como única posibilidad de pagar sus deudas”, dice Ignacio Larraechea. Y si no hay formas de saldarlas, comienzan los préstamos no oficiales. En primer lugar, pedirlos a la familia, hermanos ricos, cuñados, padres con ahorros. Luego, a los compañeros de trabajo. Y cuando ya se ha agotado la lista de parientes, colegas y amigos, se cae en el último recurso: el prestamista, ese que se ofrece efectivo en breve plazo y con pocas preguntas a través de los anuncios de los diarios. Después de los prestamistas comienzan las conductas delictuales: coimas, robos, apropiaciones indebidas y las estrategias de evasión: léase alcohol y drogas, según Larraechea. El tiro de gracia a esta agonía es ver su nombre en Dicom. En verdad, todos los pasos que ha dado el sobreendeudado es para evitar estar en esta lista negra. “Dicom es el estigma. Es cuando la persona se dice a sí misma ‘fracasé’. Dicom transforma en público el fracaso personal y privado en lo económico”, afirma Larraechea. Hay casi tres millones de personas en sus bases de datos, de los que un millón casi seguro no podrán pagar lo que deben. Y los que están o han estado en Dicom saben muy bien que la vida se torna mucho más dura. El diputado Marco Enríquez-Ominami, al presentar una proyecto de ley para terminar con el monopolio de Dicom y poner fin a los “cobros abusivos” por concepto de aclaración de deudas, dijo que “hay una gran cantidad de trabajadores y cesantes que reconocen haber sido discriminados por haber estado en Dicom”. ¿QUÉ ME TRAJISTE, MAMI? ¿Por qué nos sobreendeudamos? Según las personas que han acudido a los talleres que organiza el Centro de Servicios Empresariales de la Universidad Central, que dirige Ignacio Larraechea, la mayor parte es por exceso de consumismo (un 95% que gastan por encima de sus posibilidades) y sólo un 5% es por una enfermedad grave que mandó al traste la economía familiar. Para Larraechea, “el consumismo reemplaza a los afectos. Y el templo de todo esto es el mall. El comprador compulsivo busca satisfacer otras carencias. Como los gastos excesivos que a veces se hacen con los hijos para compensar ausencias y falta de tiempo para dedicarles”. Esas culpas hacen que la mayor parte de las compras compulsivas sean para los hijos, que en vez de besar a sus padres cuando llegan a casa, lo primero que hacen es preguntar: “¿Qué me trajiste?”. En estos cursos para superar este consumo adictivo, Larraechea, que lo puso en práctica y con éxito entre trabajadores del Banco Estado, habla de dos fases. La primera, reconocerse como persona que padece una patología y declarar su sufrimiento. Muy al estilo de alcohólicos anónimos. La segunda, la fase curativa, que consiste en reconocerse como “seres de luz”, según sus palabras. “Como dijo Nelson Mandela, lo más difícil no son nuestras sombras, sino nuestra luz. Y volver a maravillarse con uno mismo”. E insiste que los que más sufren por las deudas son los insatisfechos consigo mismo, con su pareja, con su vida social, con su trabajo y, por supuesto, los insatisfechos con su sueldo. Aunque también podría mirarse de otra manera: eres infeliz en tu matrimonio, en tu trabajo porque ganas muy poco y eso te obliga a endeudarte y las deudas te hacen sufrir. Y que todo estos padecimientos son el fruto infeliz del modelo, sus desigualdades y esas “diferencias de salarios tan, tan grandes que tenemos en Chile”, comenta Larraechea. Después de tanto sufrimiento, y por plata, volvamos al principio: la felicidad que parece que acaparan los que más tienen. Aunque también ellos sufren, porque para su desgracia en esa salvaje competencia por tener más y más, siempre hay uno que es más millonario. O como le sucede al malvado y rico don Leoncio, de la telenovela de éxito de la temporada “La esclava Isaura”, que teniéndolo todo desean lo imposible. LND |
Seguimos al mesías en su visita a Chile
Jodorowsky es pop. Pasó por Chile y todos quisieron estar cerca de él. Barbones, damas cuicas, revolucionarios místicos, “CQC”, Felipe Lamarca y Carlos Cardoen escucharon al hombre de pelo blanco. Él recordó el “talento vaginal” de la hija del ocultista Gurdjieff y pidió mar para Bolivia. Pensar que si el manager de los Rolling Stones no lo hubiera estafado no tendríamos psicomagia. Si usted no tuvo las lucas ni el tiempo para verlo, pase y lea.
Nación Domingo |
Juan Carlos Ramírez “¡Viejas cuicas, viejas cuicas feas!”, dice Gloria apuntando a la fila que espera impaciente en las puertas del Café Literario de Providencia. Ella estudió teatro y faltó a su trabajo en una empresa de aseo para ver de cerca a Alejandro Jodorowsky. Y, claro, tratar de colarse en el taller de psicomagia que dictó el miércoles pasado antes de recibir (jueves) la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda, de manos de Michelle Bachelet, es tan difícil como juzgar a Pinochet. “Debiste haber ido a la conferencia de Matucana 100. Ahora perdiste no más”, explica un flaco crespo que está en la cola. “Se quebran, sólo porque tienen las 90 lucas para pagarse el curso”, contesta Gloria enrabiada. Todos entran y ella se queda afuera, sentada en el parque. Hasta que de repente aparece caminando su gurú, amable y sonriente, acompañado de los organizadores. –Ya pues, don Jodorowsky. Déjeme entrar con usted. Él mueve las manos y la mira con sincera e infinita compasión. –No puedo hacer nada. COMO UNA ESTRELLA DE ROCK Lunes por la tarde en Matucana 100. “Esto es maravilloso. Ustedes tienen preguntas y yo estoy lleno de respuestas”, asegura Alejandro muerto de la risa frente al casi millar de universitarios que se lo toman bien en serio y le aplauden y gritan y anotan sus frases en los cuadernos. Porque el maestro dice cosas como “la felicidad sicológicamente sería estar menos angustiado que el día de ayer. Pero, en verdad, es hacer lo que te gusta, realizar tu sueño. Mi sueño de toda la vida, por ejemplo, era sentarme en una sillita y hablarle al público”. Y así cae bien. Porque, mientras gente como Paulo Coelho realmente se creen mesías enviados a cambiar al mundo (y sus automóviles y mansiones y pareja), Alejandro viene simplemente a contar una historia moldeada por su amistad con Nicanor Parra o sus giras con Marcel Marceau o su teatro Pánico o su “Montaña sagrada” o sus experiencias con chamanes, magos o maestros zen. Al final, dijo, inventó la psicomagia porque Allen Klein –el mismísimo manager de los Rolling Stones y los Beatles en su última etapa– lo estafó con sus películas y necesitaba sobrevivir con lo último que le quedaba: las cartas del tarot. Shlomit Baytelman fue la primera en entrar. Su padre trabajó en teatro con él y se lo presentó en los ’90. “Conocerlo es un privilegio. Es una persona capaz de sanar y de entregarte toda su experiencia de vida gratuitamente”. Un barbón dice que no puede creer estar acá, mientras una señora elegante pide una botellita del vino que se repartirá al final. “Yo soy amiga de Alejandro”, dice cuando vuelve a sentarse. –Miren. Les hablo del libro; si no, el empresario me va a matar y luego ustedes me hacen preguntas. Entonces, “El maestro y las magas” narra su amistad en México con el monje budista Enzo Takata, quien le enseñó que una mente y un corazón vacío llevaban a un delirio intelectual; una mente vacía y un corazón lleno conducen a la realidad. La segunda parte nos muestra a tres mujeres que cambiaron su vida: la pintora surrealista Leonora Carrington, la masajista doña Magdalena, y Reyna D’Assia, la hija del ocultista Gurdjieff, quien tenía un impresionante talento vaginal. “Podía hacerla vibrar como una avispa”, relata como si fuera lo más natural del mundo, ante la risa picarona de la concurrencia. “Uno ya está cansado de escuchar sobre maestros. Las mujeres también merecen un lugar”. La gente aplaude a rabiar cuando concluye la presentación con un “el sentido de la vida es vivirla”. Pero el delirio comienza cuando le pasan el micrófono al público. Se pelean la oportunidad de establecer algún diálogo con él. Cada “Jodorowskyto” daría su vida porque él le viera el tarot. El problema es que todos quieren lo mismo y al mismo tiempo. Una tipa de suéter rosado sube al escenario y le pide que le saque el tarot. Un chico flaco y de lentes le dedica un poema. Está muy nervioso al leerlo: “El sol da energía a los seres/ para vivir y alimentar/ todo es hacia fuera/ por su combustión de gratuidad”. El sicomago lo mira y le dice que lo lea nuevamente. Luego, pide que lo aplaudan. La gente engancha y aclama al “joven poeta”. “Esto no lo vas a olvidar nunca, ¿eh?”, le dice. Cuando baja del escenario, el amigo chascón que está con él lo mira con cara de “eres mi héroe” y lo abraza. Todos levantan la mano. “¿Qué onda con Marilyn Manson? Hazme psicomagia”, grita una flaca de lentes. “¿Cómo se lucha contra el ego”. “Acá, acá”. Alejandro sonríe y dice que es imposible atender a todo el mundo. “Lean ‘La danza de la realidad’, entonces”. EL MAR A BOLIVIA Martes en la mañana. Hotel Crowne Plaza. Estamos en el seminario “El poder de la creatividad”, y Jodorowsky –presentado como “el Da Vinci del siglo XXI”–, armado solamente de un micrófono, tiene a los participantes en trance. Así aprovecha de bromear con su nombre –“me dicen Jodo, de joder”–, recalca la importancia histórica de tener una mujer Presidente –“un mensaje para todos ustedes que son de derecha, ¿no? Dejen surgir a Bachelet, porque de ella depende el destino de toda Latinoamérica–, y la necesidad de entregarle mar a Bolivia. Cuando aceptas entrar a su universo y caes en el trance –“yo no sé qué pasará mañana, porque yo también caeré en trance, no preparé nada ni sé en qué me metí”, había dicho ayer–, compruebas que está en permanente evolución. Porque la idea de la salida marítima se fue repitiendo desde la conferencia de prensa del lunes en la mañana en el restaurant Bambú, y evolucionando. Al principio era –para no quitar la frontera con Perú– creando un puente entre Bolivia y el mar. Ahora, era también un túnel. “Así no tenemos un ganador y un perdedor, sino dos ganadores. Le daríamos un ejemplo al mundo”, dijo recibiendo el aplauso de gente como Felipe Lamarca, Carlos Cardoen y Héctor Soto, participantes del evento. Porque Jodorowsky es pop. Porque donde todos ven una pieza negra, él encuentra un gato con cinco patas. Porque en un evento centrado en el poder de la creatividad al servicio del éxito empresarial, un poquito de espíritu hacía falta. Y él, algo sabe del tema. A Matías del Río, el presentador, no le quedó otra que invitar al público a hacer las preguntas en la última parte del encuentro. Todos corren a que les firme sus libros, a escuchar una palabra, a saludarlo. Cuando subieron al escenario Jaime de Aguirre, Cardoen y Coco Legrand, el gurú seguía firmando. Todos querían escuchar a Jodorowsky. Por eso, todas las preguntas recayeron en él. Alguien le pregunta a De Aguirre por qué no le dan un espacio de 30 minutos en Chilevisión. Él responde, muy orgulloso de su honestidad: “30 minutos es imposible. Pero me comprometo públicamente a hablar del tema con él a la salida”. Jodorowsky no dice nada, pero sonríe. Una señora habla sobre el amor de Dios: “Soy una loca, pero de locura divina”, dice muy convencida. Pero algo le pasa al autor de “El topo” y les dice a todos: “No soy comunista ni cristiano. Soy simplemente un ser humano que se pregunta qué vamos a hacer con los pobres”. Y eleva la voz, tratando de decir que es muy bonito ser creativo en una empresa, pero ¿y la gente que no pudo entrar en este juego? Luego, todos –equipo de “CQC” incluido– corren al salón donde va a firmar sus libros. ¿Habrán entendido algo? SÓLO SOCIOS Miércoles en la mañana. Café Literario de Providencia. “Es tan bonito él. Estoy contenta. Conseguí mi objetivo”. Gloria pone cara de iluminada y se aleja. El resto de la gente que no pudo pagar espera en la entrada. Desde ahí se ve el movimiento de los organizadores, a Jodorowsky entrando en la sala, el puestito con sus libros y la puerta, que finalmente queda abierta. Adentro, los afortunados “Jodorowskytos” –mucho pelo largo, blusas hippies, mujer adulta mística– le contarán sus problemas: mala suerte en el amor, enfermedad de la piel, un trabajo que no prospera, una suegra de temer. Y él, seguramente, lo hará sentir como la persona más importante del universo y le leerá el tarot o lo invitará a algún acto sicomágico, como cuando aconsejó a una persona a sembrar moneditas de oro porque solamente haciendo eso podría cosechar dinero. Un par de chicas logran entrar y cuando están a punto de ingresar al taller la organización las saca. Debieron conformarse con ver al maestro de lejos e imaginar qué cosas les estará diciendo a los asistentes. Es que ellas no le prestaron mucha atención al cartel que decía sólo socios. Distinción que ningún acto sicomágico puede soslayar. LCD
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Por supuesto, tú pensarás que estás muy bueno y que eres un apolo, ¿pero qué pensarán los demás de tu cuerpo? Si no te da miedo entrentarte a la cruda realidad cuelga tu foto en esta web para que lo voten los internautas.
Douglas Coupland puede ser un tipo con un tremendo sentido de la oportunidad. O un autor sensible al pulso de los tiempos. En 1991, tras la caída de los muros, la debacle de los ideales de los 60 y el exitismo yuppie de los 80, publicó Generación X, un libro que reflejaba el desencanto de la juventud de entonces y que se convirtió en un best seller y un clásico de la década. Luego escribió Microsiervos, una parodia de los fanáticos del computador que salió a la venta la misma semana que Microsoft lanzaba Windows 95. Ahora, en la época del iPod y el boom de Playstation, publica JPod.
Así como en Generación X retrató a los chicos desilusionados de sus padres y de la sociedad de consumo, en su nueva novela -que sale a la venta en mayo en Estados Unidos- Coupland (1961) centra la mirada en el llamado "mundo geek": los tipos obsesionados con la tecnología, mp3 y los juegos para PC.
De este modo, JPod es una especie de secuela de Microsiervos actualizada "a los tiempos de Google", según destaca el sitio web del libro (www.jpod.info)
La novela es protagonizada por Ethan Jarlewski, un diseñador de videojuegos, quien con cinco colegas cuyos apellidos comienzan con la letra J está atrapado en la burocracia de JPod, como informa el sitio. ¿Qué es JPod? Un "limbo sin salida integrado en una masiva compañía de diseño de videojuegos de Vancouver".
Ethan y sus compañeros deben lidiar diariamente con los expertos en marketing, que les exigen "cambios idiotas" en el diseño o el guión de los juegos; con los piratas cibernéticos, y aun con la creciente industria china.
Pero no es todo, por cierto. Como una novela químicamente de Coupland, también está el desastre familiar y la omnipresencia de la cultura pop: Ethan debe ayudar a su madre a sepultar a una motociclista electrocutada en su casa, en el sótano donde cultiva marihuana; apoyar a su padre, un actor desesperadamente frustrado, y alimentar a 20 inmigrantes chinos que su hermano ha metido en su departamento.
De acuerdo con Bloomsbury, el sello que editará la novela (y el mismo de Harry Potter), JPod refleja un universo "amoral" y desenfadado, cargado de ironía, donde los personajes resultan ser un "fruto de su tiempo".
Tal como en Generación X, Coupland recurre también a juegos de palabras y chistes visuales, y representa a los protagonistas como muñequitos de Lego.
Coupland niega, desde luego, cualquier oportunismo antes y ahora: "Los libros cínicamente concebidos nunca funcionan. Hay que ser verdadero por sobre todas las cosas", dice.
Verdadero pero no ciego. Por eso Coupland se adapta a los nuevos tiempos: "Compito con los reality de TV y con shows escritos por 24 a 30 profesionales por episodio. Si tengo algo que decir, tiene ser algo jodidamente muy importante, y esto tiene que ser dicho de un modo nuevo e inesperado".